lunes, 14 de julio de 2025

NOSOTROS, REGRESO DE ESTACIÓN

 



Podría escribirte tantas palabras...
Palabras que brotan sinceras,
como brotes verdes de una primavera recién nacida
en el jardín de mi alma inquieta.

Podría decirte, por ejemplo,
que el tiempo ha pasado,
que estuvimos ausentes de nosotros mismos,
como se ausenta, obstinado, el verano
cuando el otoño tiñe los árboles de despedida.

Pero el verano promete volver,
con su mismo fragor de sol y promesas.
Como vos y yo,
que regresamos a nuestras rotas orillas,
con las mismas palabras
un poco más tristes, quizás,
pero aún vivas.

Te prometo que nos quedan muchos veranos,
de esos que vos amás,
para desnudarnos el alma
como árboles que se entregan al viento,
para descifrar los nudos que duelen,
esos que nos dejan rotos
y melancólicos a la vera del camino.

Nos daremos la mano,
y saldremos juntos de nuestros pozos,
de esas sombras que nos tragan los pies.
No nos permitiremos retroceder:
tenemos eternos presentes
para beber de a sorbos,
como vino cálido entre los labios.

Aprovechemos esta sagrada oportunidad.
Entendamos nuestras miserias
como parte del mapa que nos une.
Amemos nuestras locuras
como luciérnagas en noches largas.
Disfrutemos nuestras luces
sin pedirle permiso a la sombra.

El presente es eterno.
Y en él, estamos vos y yo,
despiertos, imperfectos,
pero juntos.

 

DEJÁTE IR

 



Ese daño… ese dolor inmenso,
como fuego abismal que todo lo consume.
Esa angustia lacerante que habita en vos,
clavada como astilla en el alma,
es solo tuya —
guardada en un cofre hermético
enterrado en lo más hondo de tu ser,
nunca abierto, nunca nombrado.

Pero déjame decirte, amor,
que puedo sanarte.

Deposita en mis manos ese dolor.
Déjalo caer,
como agua oscura escurriéndose entre mis dedos.
No me hará daño —
no es mi dolor,
y esta alma mía ha ardido en tantos incendios
que ya no le teme al fuego.

¿Qué podría asombrarme,
si he danzado entre ruinas
y he sembrado flores en campos arrasados?

Compartí ese peso conmigo.
Dejá de cargarlo solo.

Ese fuego abrazador
que te deja el alma en brasas
y te siembra un rencor silente,
de esos que no se gritan
pero queman por dentro —
compartilo conmigo.

Yo lo voy a soltar.
Lo dejaré volar
como una bandada de pájaros negros
que al fin encuentran el cielo abierto.

Y entonces,
sentirás el alivio de ver partir lo que te quemaba,
lo que te dejaba mudo por dentro.

Yo lo sé.
Yo también he tenido fuegos internos,
y los he dejado ir.
He sentido ese suspiro profundo
que viene cuando uno se vacía del dolor.

Por eso te lo propongo:
soltalo.
Liberate de esa carga
que te enferma,
que te atrapa en el rencor,
que te impide avanzar.

¿Por qué no compartir con quien te ama
tus partes rotas?

Todos tenemos grietas.
Yo te mostré las mías,
y aun así,
seguís a mi lado.

Amor…
Déjate ir.
Soltá ese dolor.
Volvé a respirar.