Rendida a la
indolencia, mi forma flácida dibuja una absurda geometría
sobre el mimbre del jardín, mientras el sol pinta de oro mi abandono. Observo
una gota que cae caprichosa desde el pico de la canilla. Sopla el viento. Otra
gota. Mi figura geométricamente absurda en quietud, otra gota. Las plantas se
mecen. Por el viento. ¿Para qué? Otra gota cae. Incongruente como las demás,
como yo, como las hojas que se mecen. ¿Para qué? Aquí estoy y está la gota y
todo lo demás bajo el sol que nos da formas irrisorias sin sentido. Como yo.
En esta quietud
grotesca y sin propósito,
bajo el sol que moldea existencias carentes de razón,
la gota que cae resuena con el silencio ensordecedor del
sinsentido, un eco tangible del absurdo
primordial.
Sandra Brinkworth 2 de mayo de 2025
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