Inevitable, caí al filo del
abismo,
una caída gélida hacia tu desamor mismo.
El silencio, ensordecedor, de mil cristales,
se clavaba en mí, quebrando mis ilusiones.
Sombras
angustiantes danzaban a mi alrededor,
mostrando tu engaño, tu indiferente dolor.
Seguía cayendo, sin final ni consuelo,
enmudecí, sin preguntas, sumida en el duelo.
Cuando
toqué el frío abismo,
junté mis ramas y mis especias,
las incendié, morí en el fuego,
ardí de dolor sin comprender ni un ruego.
Y
entonces comencé a renacer…
Porque nunca supiste que soy Ave Fénix.

No hay comentarios:
Publicar un comentario