Lo vi. Nos miramos. Su mirada cargada de sentimientos. Conocía esa mirada. Lo decía todo. Siempre fue transparente.
Se
encontraba parado en el hall de mi casa. Su cuerpo mostraba cierta incomodidad.
Estaba fuera de su lugar seguro. Aun así sus ojos destilaban un sentimiento
puro, aunque su boca no lo pronunciara.
Nos sentamos juntos en el sofá.
Teníamos mucho que hablar. Mientras las palabras fluían, sus ojos se agrandaban
o se entrecerraban, se escapaban. Parecía que danzaban al compás de sus palabras.
Yo lo escuchaba. Cuando era mi momento de hablar su mirar era fijo cual ancla
en el mar.
Hubo un momento de silencio. Un
silencio sonoro, aturdidor. Como vuelos de miles de mariposas. Nos miramos.
Cada vez más cerca, nuestras respiraciones agitadas. Al fin nuestros labios se
rosaron. Sentí el calor de su ser, un calor que ya conocía. Esa sensación que pedía
más. A medida que nuestros labios se movían al unísono, el beso se volvió más
profundo, más urgente, lleno de una pasión contenida durante meses. Sentía una
euforia indescriptible, una conexión tan profunda que casi dolía. Cada segundo
de ese beso era una eternidad y un suspiro al mismo tiempo.
No sabría precisar la duración, una
eternidad o un segundo. Lo que sentí no se mide en tiempo, solo en sensaciones.
Lo volví a mirar. Vi en él mucha paz. Su rostro era un paisaje sereno después
de una tormenta larga y devastadora. Su piel, marcada por los surcos de
preocupaciones pasadas, ahora irradiaba una luz suave y tranquila. Las líneas
de tensión que habían anclado sus cejas se habían desvanecido, dejando un
semblante relajado y casi rejuvenecido. Cada rasgo de su rostro hablaba de un
hombre que había encontrado su camino de regreso a sí mismo, que había
enfrentado y superado sus demonios. Irradiaba serenidad y calma. Su rostro era
el de alguien que había aprendido a dejar ir, a aceptar y a encontrar la paz en
el presente.
Al ver que nuestro beso provocó esa
transformación en él y en mí, sentí paz. Después de una larga tormenta. Luchas
internas que me trajeron donde hoy estoy. Siendo una mejor persona. De esta
manera el amor que le brindaré será más sabio. Será un mar en calma.
No puedo precisar la duración de este nuevo comienzo. Cada día a su lado evocaré este beso que selló nuestros caminos.
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