Hoy, cerca de la finalización de otro año, te recuerdo.
Como la lluvia que ahora cae, suave, fresca, así te recuerdo. ¿Cómo comenzar a
hablar de vos, si las palabras no me caben en el pecho? ¿Cómo? Si eres un
universo en ti mismo donde las palabras se pierden.
La lluvia me ha traído tu presencia
impecable, tu voz serena, tus ojos bondadosos, tus palabras certeras. Infinitos
caben dentro de vos, alma gigante. Sé que estás, aunque no estés acá, pero
estas mi corazón y mi alma.
La vida es cruel y sagaz. Quito de
mi tu estar, con vos se fue algo mío, hombre inmenso.
Nunca olvidare tus enseñanzas, tu voz armoniosa, tu
caminar pausado, nuestras charlas debajo de la vid. Ávido lector, me narrabas
todos los libros que leías. Me contabas las películas que te apasionaban. Me
contabas de tu vida antes de mí.
¿Cabe todo lo que siente mi corazón en la palabra papá?
¿Cabe parte de mi ser? ¿Caben hoy mis lágrimas como la lluvia? Se apresuran las
palabras para describir tanto amor y admiración, brotan de mí sin esfuerzo.
Te fuiste como eras, tranquilo, apacible, silencioso,
caballero, porte imponente. Así te fuiste, un último suspiro en la habitación
con la otra parte de tu ser junto a mí. Agradezco a Dios, si existe, haber
estado allí. Mi hermana y yo compartimos en ese momento un idioma secreto,
escrito en la tristeza de nuestras miradas.
Amigo fiel, padre comprensivo, maestro de lo que me enseñabas.
¡Tanto he aprendido de vos! Tus enseñanzas quedan guardadas en lo profundo de
mi alma. Tus habilidades y tu inteligencia distribuidas entre tus hijos. Fuiste
tan bondadoso que al irte me dejaste, en mí y en mis hermanos, parte de tu ser.
Tu arte, tu mirada, tu habilidad, tu prolijidad. También tu respeto, tu
comprensión y tu tolerancia.
Padre, hoy quisiera abrazarte muy fuerte y decirte cuánto
te quiero y te necesito. Mis lágrimas, como la lluvia que insiste, se elevan al
cielo hacia vos.
Te recuerdo papá.
Te admiro papá.
Sandra Brinkworth, 25 de noviembre de 2024
No hay comentarios:
Publicar un comentario