martes, 10 de junio de 2025

NACIDA BAJO EL SIGNO DEL FUEGO

 


Naciste bella, como una llama danzante en la oscuridad del mundo. Viniste al mundo bajo el signo del fuego, y desde entonces el sol pareció inclinarse hacia ti con reverencia. Tus cabellos, dorados como los rayos de Freyja al amanecer, enmarcan tu rostro aún de niña, ese rostro que pronto dejará atrás la inocencia para abrazar la madurez. Aslaug… mi pequeña Aslaug. Yo, Brynhildr, tu madre, te he acunado en mis brazos noche tras noche, como quien custodia el último vestigio de luz antes de que llegue la oscuridad.

  Le rogué a Odín, con la desesperación que sólo una madre puede conocer, que no te llevara a Midgard, que te permitiera quedarte aquí, en este gran salón de Valhalla. Supliqué, no como valquiria, no como hija del trueno, sino como una mujer que ama con la entraña viva. Y aquí estás, pequeña, arropada por los muros sagrados donde se celebran los héroes. Aquí, donde las copas rebosan hidromiel y los cantos eternos honran las gestas del pasado.

  Tu estirpe de diosa y guerrero corre ardiente por tus venas, como el río Gjöll bajo el hielo. No serás valquiria, no serás humana, Aslaug. Eres algo más. Eres el fuego que no se apaga, la llama que ni siquiera los vientos de Hel pueden extinguir. Eres hija del trueno y del amor. Un puente entre los mundos.

  Cuando te observo dormir, envuelta en mantas de lana tejidas por las Nornas, veo en tu pecho la chispa de un destino distinto. No serás esclava del deber ni prisionera de los designios del Padre de Todo. Serás libre. Libre como Sleipnir galopando entre mundos. Libre como una tormenta que no responde a nadie.

  Y aunque mi alma tiembla de miedo ante lo desconocido, me aferro a la certeza de tu fuego. No puedo protegerte siempre, pequeña mía, pero he sembrado en ti la fuerza del rayo, el coraje de Sigurd y la ternura de las diosas olvidadas.

  Cuando partas —porque todo ser que arde debe encontrar su propio horizonte—, el cielo se abrirá para verte cruzar. Y entonces sabré, con lágrimas dulces, que no hay mayor victoria que verte elegir tu propio destino… y encender con tu paso nuevos mitos que el Bifrost aún no conoce.

 

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