Sentada en
el plácido sillón flotando en el aire melodías amadas, pronto mi atención se
centra es esa pequeña maceta con su alma viva saliendo de su tierra fértil.
Cual si fuese única en su especie la admiro. Veo en ella pequeños brazos de un
bebe que se estiran a alcanzar lo inalcanzable. Ella seguirá, cual niño que
desea vivir. En ese rincón sagrado donde a la luz del sol penumbrosamente la
acaricia ella es feliz. Viviente como mi cuello que late y presurosa como las
olas que se acercan a la orilla.
Ella también
me mira, sabe que le prodigo amor y cuidados. Corresponde respetar a la
naturaleza viva. A veces pienso, si hablase, ¿qué me diría? Quizás me hablaría
de mis días de soledad. Quizás me invitaría a fusionarme con ella.
Imperturbablemente,
como un rayo de sol debe viajar, ella estira sus tallos con las hojas más
bonitas que he visto.
Cuando el
Creador me llame, quisiera que ella, mar de sensaciones, estuviera a mi lado y
sus hojas acariciaran mí ya marchita frente.
Sandra
Brinkworth 10 de diciembre de 2024
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