Las hojas
caen estrepitosamente de los árboles. Las olas rompen con dolor contra las
rocas. El río que corre entre mis pies, huye desconsolado a contar mi dolor,
pero al instante ya no es el mismo rio que huyo… ¿huira este? Como pluma al
viento, la gacela huye despavorida, su corazón, un tambor frenético, marcando
el ritmo de su terror viendo su inminente fin. Así de tremendos, ruidosos,
frenéticos y angustiantes son los finales. Asi me siento yo ante las palabras
tan concretas, vacías de compasión, palabras que aun hoy resuenan en mi agitado
corazón. Palabras: “lo encontraron muerto al lado de su cama”. Una oración
objetiva se transforma en un torrente de emociones. Me encuentran, esas
palabras, mirando al infinito. Acariciandome con pavor la zona de mi cuello que
aun late. Escalando una montaña sin camino, cada paso un desafío hacia una
comprensión inalcanzable. Así, caí abatida, cual presa en la mira de un
cazador.
Cruelmente
mi mente recuerda su esencia. Pasos acelerados desde su habitación. Palabras
que salen en borbotones incomprensibles. Manos que no pueden apresar el
presente y vagan frenéticas en tiempos muertos. Mirada que nunca logra mirar
fija al horizonte, sin emoción, solo viviendo. Aceleración atribulada de un
hombre sin paz. ¿Predecía su destino?, ¿por ello su atolondramiento en tratar
de vivir lo que aún no ha llegado? ¿Sabría, acaso, de su inminente final como una
vela que se consume lentamente, dejando tras de sí solo cera derretida?
Preguntas que no podre responder que expresan su ser atormentado.
Yacía en un
costado de su lecho, un enigma sin resolver, envuelto en las sombras de la
noche. Tantas preguntas sin responder. ¿Se habrá llevado mi ausencia consigo al
más allá, como un fantasma que lo persigue en la eternidad? ¿Yacerá eternamente
dormido, soñando con un reencuentro que nunca llegará?
Así, se
alejó, dejándome sola con mis preguntas. ¿Acaso su corazón, un jardín marchito,
se secó por completo al no sentir mi aliento como rocío matutino? Nunca lo
sabré. El último capítulo de nuestra historia quedó en blanco, esperando que
alguien más lo escribiera. Pero yo, atrapada en esta página en blanco, solo
puedo imaginar las palabras que nunca fueron dichas.
Soy un
volcán en erupción, amenazando con consumirlo todo a mi paso. ¿Podré contener
la lava de mi dolor o acabaré sepultando mis propios sueños? Mi corazón, una
jaula de espinas, me aprisiona en su dolor por aquél que se fue sin expresarme
sus sentimientos. ¿Lograré liberarme de estas cadenas o me rendiré ante la
oscuridad?
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