miércoles, 25 de junio de 2025

VICTORIA DEL AMOR

 


El Lamento del Guerrero por su Amor Perdido

Mi pequeña, mi amada, frágil como una gota de rocío y dulce como néctar de miel. Te han arrancado de mí, llevándote lejos. Aquellos que juzgan el amor sin sentirlo, dicen que no te merezco. Pero mi alma sabe la verdad. Te imagino etérea, con tus largos cabellos rubios ondeando mientras recoges flores en un jardín, vestida de rosa, como tanto te gusta. Inmensamente tú, terriblemente sola. Mi corazón, que ha conocido guerras y batallas, fuerte como una roca, se estremece al pensar en tu soledad y desasosiego, que espejan los míos. Mi pecho sangra al saber que no estás, sin que nadie me revele dónde te han escondido.

Recordé entonces a tu fiel amiga, el hada diminuta del bosque, a quien confiabas los secretos de nuestro amor. Iría a buscarla, sin importar mi apariencia de guerrero que pudiera asustarla. Rogaba a los dioses que se apiadaran, pues en ella residía mi última esperanza para llegar hasta ti.

El Encuentro en el Bosque Profundo

Me adentré en la umbría del bosque. Las criaturas, al verme, abrían paso con reverencia. En lo más profundo, allí la encontré. Sin mediar palabra, me tendió una irisada mariposa, una belleza jamás vista por mis ojos. Su vuelo, un susurro silencioso, era la sentencia: debía llevarla a la orilla del río y liberarla. Ella volaría hasta mi amada y, al llegar, un arcoíris se formaría en el cielo. Solo tendría que seguirlo para encontrarme contigo.

Lleno de una ilusión que encendía mi alma, emprendí la labor. La mariposa, consciente de su sagrada misión, alzó el vuelo. Pasaron horas, eternas y silenciosas, mientras mi mirada se perdía en el firmamento. Y entonces, como un milagro tejido con hilos de luz, el arcoíris se desplegó. Partí de inmediato, siguiendo sus colores vibrantes a través de días de incansable camino.

El Reencuentro Bajo el Arcoíris

Finalmente, el sendero me condujo hasta ti. Te encontré, durmiendo plácidamente sobre un colchón de paja, con la mariposa irisada custodiando tu sueño a tu lado. Tu bello vestido rosado, una nota de color en la penumbra, apenas se movía con tu respiración suave. Me acerqué, mi corazón latiendo con la fuerza de mil tambores, y me arrodillé a tu lado. Con ternura infinita, te tomé la mano, sintiendo la calidez de tu piel. Tus ojos se abrieron lentamente, y una sonrisa se dibujó en tus labios al verme. En ese instante, el mundo se desvaneció. Solo existíamos tú y yo, envueltos en la promesa de un amor que había desafiado la distancia y la desesperación, un amor tan eterno y brillante como el arcoíris que nos había reunido.

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