El viento, como un secreto
antiguo, se lo susurra al oído.
El mar embravecido, con cada ola que estalla contra el acantilado, lo grita en
la oscuridad de la noche.
Los cristales de su copa rota, esparcidos como luciérnagas muertas sobre el
suelo frío, dibujaron sus iniciales.
El
nombre de ese ser oscuro, aquel que le arrebató la vida a su amada, estaba
allí, expuesto como una herida abierta.
¿Por
qué él calla?
¿Por qué él lo carga como si fuera su culpa?
¿Por qué el no quiere decir su nombre, si la sombra ya lo reclama?

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