Adolfo
Solitario. Mirada divagante. Un niño que no logró
ser feliz. Viviendo bajo el tormento de su padre y sus castigos físicos.
Soportaste tu realidad endureciendo tu corazón.
Cuando fuiste creciendo descubriste un amor hacia
las artes, la pintura. Pintaste diversos cuadros. Edificios, paisajes. No te
entregabas a plasmar personas en tus obras. Hubo quizás, ahí, un bosquejo de lo
que llegarías a ser.
Solitario, sí. Dejaste tus estudios y viajaste a
Viena, dejando atrás tu Austria natal. Intentaste en vano, en dos oportunidades,
ingresar a la academia de Bellas Artes. Fuiste rechazado. Hubo, quizás, ahí, un
indicio de tu gran rencor hacia las personas.
Sufriste las consecuencias de la Primera Guerra
Mundial. Viste los horrores de la guerra. Te refugiabas en tus lienzos. Pero es
ambiguo porque tu iniciaste una Segunda Guerra.
¿Por qué fuiste amasando tanto odio? ¿Por qué, si tenías
un alma de artista, comenzaste guerras y exterminios? Eras multifacético y
nadie logro conocer tus pensamientos más íntimos.
Con solo nombrarte, despiertas el odio de todas
las personas. Podías haber seguido tu instinto de artista. Pero aniquilaste con
tu odio a tantas personas.
Una niña escondida en un desván, sufriendo
consecuencias de tener sangre de una raza despreciada por ti. Pero tu sangre
era igual a la de ella y a la mía. Eso no importó y mediante personas,
soldados, adiestrados a matar, te llevaste la vida de Ana. De ella y de una
cantidad extrema de seres humanos. Sufrieron bajo tu yugo por ser diferentes.
Nunca te arrepentiste de nada. Cuando viste la
guerra que iniciaste acabar, con resultados negativos para tu misión, no
tuviste el valor de enfrentar tus alevosías.
Te fuiste con la misma violencia que entraste al
poder.
Hombre pequeño, diminuto ser, ¿Dónde cabía tanto
odio? Formaste y escribiste con sangre inocente una etapa de la historia que
nos duele. Un hombre pequeño, artista frustrado, realizó a través de su
gobierno, la matanza más injusta y dolorosa de la humanidad.
Te fuiste y no pagaste por tus errores.
Hombre pequeño.
Sandra Brinkworth, 20 de diciembre de 2024
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