A ZORA
Con
su hocico aguzado como una saeta, ella, la de mirada alerta, se interpola entre
el edredón hasta encontrar mi cara. Una vez allí, su lengua inquieta lame cada
parte de mí, la que tiene a su alcance.
Siempre
entretenida y con algo que llevar a cabo; esto es, perseguir gatos, jugar con
sus pares, estar atenta a los movimientos de quien es su esmero; de esta manera
pasa sus días caninos sin importarle el pasado y sin ofuscarse por el futuro.
¡Quien fuera ella!... Simplicidad, compañerismo, anhelo por vivir. No reclama
nada más.
Cuando
me observa con esos ojos que transmiten tanto, siento felicidad y nihil… me
ocasiona tanta paz. Me obliga a ver la vida con sus ojos. ¿Qué más pedir? Vivir
el presente, prevalerse de lo que el hoy me brinda. ¡Cuánto enseñan sus ojos
tiernos! Algo como pensar ¿de qué preocuparse? El hoy lo tiene todo, el hoy
tiene la vida.
Zora,
dejaré que tu alma viviente me enseñe el camino a la felicidad y el pleno
disfrute del alborozado presente.
Sandra
Brinkworth, junio de 2024
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