martes, 14 de octubre de 2025

EL DIA DESPUÉS

 


Desperté con un dolor que no cabe en el cuerpo. Un dolor que cruje en los huesos, que se arrastra por la sangre como veneno espeso. Es mío… y también es el que provoqué. Volví a caer en el mismo abismo tejido con mis propias manos, en esas trampas que conozco de memoria pero igual piso, como quien se empuja al vacío con los ojos abiertos.

¡Qué tormento indescriptible! ¿Cómo se reconstruye un cristal que hice explotar en mil fragmentos afilados? No existen palabras que puedan recoger los pedazos. No hay perdones capaces de suturar lo que astillé. Las frases que dije quedaron marcadas en su corazón como hierro candente, quemando todo lo que tocaron.

Mis palabras fueron dagas lanzadas con precisión mortal. Se clavaron hondo, atravesaron piel, carne, historia, sueños. No se pueden arrancar: ya dejaron grietas, ya tiñeron de rojo lo que era claro. Estallé como un vitral arrojado desde una torre, y cada trozo de mi furia cayó sobre la persona que amo. Sin justificación, sin pausa, sin misericordia.

¿Quién podrá devolverme un respiro sin espinas? ¿Dónde se esconde la alegría ahora que todo sabe a ruina? Yo soy mi propio carcelero y mi sentencia. Me impuse un castigo que no conoce piedad: caminar entre los restos punzantes de lo que destruí, descalza, con el alma abierta, sabiendo que fui yo quien encendió la explosión.

No hay comentarios:

Publicar un comentario